Un instante sin Dios narra la historia de Rodolfo (Nelson Rueda) un misterioso empresario que visita a un veterano sacerdote (Arturo Bonin) en su humilde parroquia de frontera para entregarle una importante suma de dinero a modo de donación para dicha iglesia. Sin embargo, esta generosa y aparentemente desinteresada oferta tiene una peculiar condición, la petición de una confesión del sacerdote hacia el empresario.
La obra tiene una estructura de thriller en tiempo real, es decir, todo sucede en una misma línea de tiempo y espacio, donde el espectador presenciará justamente el diálogo entero entre los dos personajes. Conversación que abarcará desde los milagros de la Biblia y de Cristo hasta Santo Tomás de Aquino, sin renunciar a temas como el celibato y la caridad. También se filtrará continuamente en esta charla la violencia acaecida en los años 70 en la Argentina. En consecuencia, el interrogante central, el cual organizará la acción principal y se desarrollará a lo largo de toda la trama hasta el desenlace final será: ¿qué es aquello que el viejo sacerdote debe confesar y por qué es de tanto interés para el empresario?
El espacio escénico se encuentra despojado de cualquier tipo de escenografía ya que todo ocurre precisamente en la austeridad de la iglesia, sólo unos cuantos objetos (algunos fuertemente simbólicos, desde el punto de vista religioso) servirán de vehículo de la acción para los protagonistas de esta historia. En ausencia de música incidental, el juego de luces es sutil, puntual, y mayormente se mantiene constante durante las escenas haciendo esto que todo recaiga en el trabajo actoral. Destacándose aquí la interpretación tanto de Bonin, de quien el espectador no puede esperar menos debido a su gran experiencia y trayectoria, como la labor de Nelson Rueda que se luce en su rol sin dejar de conquistar y cautivar a cada momento a la audiencia. Realmente ambos conforman una imbatible dupla que aporta a las escenas lo necesario para hacerlas conmovedoras o divertidas según sea conveniente. Por lo que vale destacar, asimismo, el inteligente texto de Dalmaroni con los elementos de intriga, dramatismo y actualidad necesarios.
Definitivamente, Un instante sin Dios es un atrapante drama cuya tensión se sostiene y se intensifica hacia el inesperado final, donde se revelará una verdad que resignifica todo lo visto previamente. Una puesta que discute tanto de religión como de moral sin caer en lugares comunes. Para disfrutar de una impecable dirección y dramaturgia perfectamente ejecutada por dos magníficos actores.