Un escenario prácticamente despojado; un sillón, un espejo y algunas cartas en el suelo, alcanzan para adentrarnos en la intimidad de Encarnación Ezcurra. Popularmente conocida como la esposa de Juan Manuel de Rosas, en esta obra, quedará claro que su rol en la sociedad fue mucho mayor que ese. A pesar de que el accionar en la política estaba vedado para las mujeres en aquellos años, Encarnación, logró encontrar el modo de participar activamente de las decisiones y las acciones más importantes de su época.
En la riqueza de los textos, escritos por Cristina Escofet, se pone en evidencia la fortaleza de esta mujer que supo ganar una enorme popularidad entre los más humildes y actuar en forma brillante ante las circunstancias políticas más delicadas y difíciles. También, con mucha inteligencia y sentido crítico, la autora, consigue mostrar la hipocresía de la sociedad de mediados de siglo XIX.
A lo largo de la obra, “la negra Toribia”, apodo con el que la llamaban sus enemigos, ya cercana a su muerte, cuenta sus recuerdos, sus deseos y contradicciones, lee sus cartas y hasta revela sus sueños más íntimos.
Lorena Vega es la encargada prestar el cuerpo y llevar adelante los extensos y complicados textos. Lo hace extraordinariamente bien. Toca todos los matices posibles; habla al público como quien habla a un amigo, logrando una complicidad y una confianza maravillosas. Su tono de voz, su cadencia al hablar, la gracia con la que mueve su cuerpo, la profundidad de sus emociones al actuar, hacen que nadie pueda sacarle los ojos de encima durante el tiempo que dura la obra. Su manejo del espacio, con un público a tres frentes, es extraordinario.
Un aspecto muy interesante es que en este un monólogo la actriz no está sola en ningún momento. Tres músicos y sus instrumentos, todos folklóricos, la acompañan en un diálogo constante. Con su presencia, a través de chacareras, candombes y vidalas, entre otros, enfatizan o repiten partes del texto, hacen preguntas, dan respuestas, marcan ritmos y componen climas. De este modo se genera una sonoridad constante y un hermoso intercambio entre la palabra hablada, la música y el canto.
Bajo la dirección Andrés Bazzalo, Yo, Encarnación Ezcurra hace un fuerte hincapié en ese “yo” del título, en esa identidad; centrando el relato en ella, en su vida y su modo de comprender el mundo. Y es que, justamente, a eso viene esta obra: a hacer justicia por esta mujer, valiente guerrera, astuta estratega; una más, entre tantas, invisibilizadas en la historia.